lunes, 28 de marzo de 2011

¿Por quién doblan los principios Mitchell?

"Qué tiempos éstos, en los que hemos de luchar por lo que es evidente!" (Dürrenmatt).

"Nunca puedo evitar la sorpresa ante el espectáculo de que lo evidente no es admitido en el templo de la verdad establecida". (Comentario de Vázquez Montalbán).

Que me perdone en su tumba ese niño grande que fue Hemingway por joderle el título de su conocida novela sobre la guerra civil española. No era mi intención sumarme a esa moda -por desgracia, no pasajera, ya ven- que debió de inaugurar algún avispado lector de La crónica de una muerte anunciada de GGM.
Es sabido que los Principios Mitchell son seis reglas básicas que aceptaron los gobiernos de Irlanda y Gran Bretaña y los partidos políticos de Irlanda del Norte relativos a la participación en las conversaciones sobre el futuro de la región. El nombre viene del senador de EEUU, George Mitchell, quien estuvo muy involucrado en el proceso de paz de Irlanda del Norte.
El documento de Alsasua (14/11/09) de la izquierda abertzale ha evocado explícitamente los Principios Mitchell como guía de actuación. Compromiso que reiteraron tras concluir el debate interno el 15 de febrero del 2010.
Se dice que ETA incumple esas 6 reglas al mismo tiempo que se denuncia la no realmente cortada dependencia de su "entorno abertzale". Indicios hay de que lo segundo no cabe mantenerlo, de igual manera que un seguimiento sereno de las hemerotecas permite reconocer la veracidad del citado compromiso. Otra cosa es que por razones no siempre confesables la inmensa mayoría mediática nacional (española) prefiera los juicios de intenciones y no usar ninguno de los sentidos a su alcance, ah, ya se sabe, todos traicioneros, incluso el del sentido común.
Pues bien, tras el nuevo comunicado de ETA el pasado fin de semana, corresponde examinar los 6 principios Mitchell, con un mínimo de objetividad, esto es, sin empezar por el final ya predeterminadamente perseguido. Como por otra parte, parece haber sido la pauta dominante a la hora de enjuiciar la legalidad de SORTU: una carrera acelerada por buscar las "pruebas incriminatorias", más que un análisis ponderado del cumplimiento de los requisitos estrictamente legales. No es de extrañar que los medios hablen de fractura en el Tribunal Supremo (rememoranza nostálgica de aquel "prietas las filas"/derecho penal del enemigo en versión jurídica) antes que de la endeblez del fallo resultante.

1- El uso de medios exclusivamente democráticos y pacíficos para resolver las cuestiones políticas.

Demostrada hasta el horror y el dolor extremos la inutilidad de la violencia y el odio y ceguera engendradas. Y sobre todo, sabed que la violencia del débil es la menos maquiavélica. No cabe duda.
En cuanto a los que presumen de demócratas (de nuevo cuño, es cierto), no demuestran serlo tanto invocando una constitución que no permite una consulta popular vinculante, en virtud de su artículo 2:
"La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles...".
Artículo en sí poco democrático y que habríase de declarar inconstitucional.

2- El desarme total de todas las organizaciones paramilitares.
3- Acordar que el desarme debe ser verificable por una comisión independiente.

Ambas reglas van estrechamente unidas. Y ni ETA ha hablado de desarme, ni el Estado español ha aceptado otra verificación que no sea la de la Guardia Civil y la Policía Nacional. ¡Sin complejos! Y me ahorro los comentarios.
En cuanto este es el verdadero atasco, habida cuenta del lenguaje imposible de unos y la des-facha-tez de los otros, es indispensable hurgar en el proceso real en que los principios Mitchell se desenvolvieron. Más, puesto que las reglas 4 y 5 las vamos a obviar debido a que las mismas se refieren a momentos futuros de las negociaciones, los cuales aquí y ahora son casi impensables.
El profesor de la Universidad del País Vasco, Paco Letamendia, en un artículo publicaba en Deia estos antecedentes:

Este proceso se enmarcó en Irlanda del Norte en una secuencia histórica de varios años de duración, lo que invalida igualmente toda exigencia caga-prisas de entrega inmediata de las armas.

Los Principios Mitchell sobrevivieron a la ruptura del alto el fuego que tuvo lugar apenas un mes más tarde, en febrero de 1996, sustentando el proceso real de paz que se reanudó en junio de 1997 con el Gobierno Blair. Se creó entonces una Comisión Independiente Internacional sobre decomiso de las armas presidida por el general canadiense De Chastelain.

El IRA ordenó oficialmente el abandono de las armas en julio de 2005, 9 años más tarde de la declaración de Mitchell; en septiembre de este año se procedió en secreto y ante la Comisión Internacional, con la presencia del cura católico Alec Reid y de un pastor protestante, a la destrucción de su arsenal. El decomiso de las armas de los paramilitares lealistas todavía ha sido más tardío, ocurriendo hace apenas unas semanas.

Poco más puedo añadir. Saquen ustedes sus propias conclusiones.
Nos queda la última regla:

6. Instar a que los asesinatos y palizas de “castigo” terminen y a tomar medidas eficaces para prevenir tales acciones.

Acaba de publicarse este informe del Comité para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa sobre su visita ordinaria a España en 2007.
El sábado, El País "destacaba" la noticia de manera harto curiosa como el amigo Rafael Reig hacía ver en su blog.

(el informe estaba hecho hacía dos años, pero sólo se hizo público ayer. ¿Por qué?)

No se había publicado nada porque el Gobierno del Estado visitado, en este caso el español, tiene que autorizar su publicación. En diciembre pasado se hizo público que el CPT visitaría de nuevo España este año, y es poco estético (¡sic!, admiración mía) que se realice una nueva visita cuando todavía no se ha publicado el informe de la anterior.

No debería sonarnos a chino mandarino -prosigue un servidor de ustedes- enunciados como el siguiente, aunque sean redactados por ETA:

(una violencia traducida en) "conculcación de derechos, ilegalización, acoso, detención y tortura".

La ocultación de tales medios que ofenden a la dignidad del ser humano, degradan la presunta razón del estado de derecho -tan cacareado por algunas "hordas" político-mediáticas, herederas del pasado reciente igualmente manchado de sangre- a la cruda razón de estado, esas cloacas felipistas y prefelipistas del estado hermanadas en un común oprobio de sangre que se remonta a la longa noite de pedra.

No es mucho aventurar que algunos especímenes de la eterna España nacional católica, y parte de la que según palabras de Azaña, dejó de serlo, recen empero al alimón para que esa organización tristemente criminal de las 3 siglas, supuestamente emancipadora de la tierra vasca, responda con un nuevo atentado que nos evite a todos en este baldío solar la funesta manía de pensar.


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