martes, 26 de octubre de 2010

Con la mosca detrás de la iglesia (I)

Hay días en que uno se levanta cristiano apuntando hacia Santiago y hacia allí se encamina, desayuno en el parador de Tordesillas, invitaste tú, fechas antes de la brutalidad del toro de la Vega, parada más espiritual en Valladolid: embriaguez ante la exposición montada por la National Gallery de Londres. Por la tarde, enfrente el colegio mayor de San Gregorio, una joya posrenacentista que atesora buena parte de las mejores obras de la provincia gracias a Berruguete, Gregorio Fernández y Juan de Juni, principalmente.
Nos esperaba una noche toresana en Toro, ¡dónde si no! Que peligro el vino de Toro, o más bien sus efectos. Recorrer la plaza paso a paso rindiendo culto a Baco, reminiscencias de la Herradura de Haro. La mayor concentración de sus templos en apenas dos callejas, las que conforman esa húmeda herradura. Pero preferiste regresar, a eso de las diez, como en los tiempos de Serrat o aquellos míos de los Pecos: http://www.youtube.com/watch?v=wBeHO0GhGLY.
Fue en Medina del Campo donde te encastillaste en el ¡mismísimo castillo de la Mota! En medio de una puesta de sol inconmensurable, quinientos años de la muerte de aquella reina católica que ahora se conmemoran, y tú joven descendiente heredas su España de cerrado y sacristía, como señaló don Antonio. Cómo olvidar su trémula carne aquella víspera de Santiago, nada que ver con la de la romería del poema lorquiano:


que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago (...)


Tuvo que ser otra mañana, de ésas que uno se levanta cristiano apuntando a Santiago pero sin apuntar, la consagrada a buscar no ya la pulga de la Chelito sino la mosca en aquel manto de la virgen (ver portada) que me hace mucha más gracia que esa fotografía real de hace unos días
con la mancha infame del Santander cubriendo a la Pilarica.
Recordaba a la sin par colegiata toresana incendiada hasta el cimborrio por las luces de un atardecer lejano. Esta vez la belleza me venía esperando en su interior, el policromado Pórtico de la Gloria, ¡siglo XII!, y ya la hostia, dentro de la sacristía, la famosa tabla flamenca de dudoso autor, conocida como la Virgen de la Mosca.
¡Qué poderosa atracción puede llegarnos de una estampa que representa una cotidianidad tan improbable! Será por eso mismo, su osada innovación ante la tradición de lo sacro la causa, esoterismos al margen. Otro tanto podemos decir de esa virgen embarazada que también acabamos de ver pintada. Puede que la belleza perenne resida en esa reunión irreconciliable de contrarios: virgen y embarazada, la virgen María sentada ofreciendo una pera a su hijo, María Magdalena y al otro lado santa Catalina de Alejandría. Detrás un calvo lector con antiparras, al que algunos expertos identifican con el padre putativo de la criatura, es decir, san José, para así completar el retrato de la sagrada familia. Amén.
Puede que la atracción imborrable resida entre dos almas a medias gemelas y sin embargo sin comunión. Descartado Toro, bajamos del castillo de la Mota, sentados en un banco en medio de la plaza más grande de Castilla, junto al monumento a la allí naciente letra de cambio. Las horas del reloj sentidas como un peso innegociable. Cuántas afinidades nos unen desde hace tanto pese a tu insultante juventud y cuántos muros en silencio nos contemplaban desde aquel suelo, recuerdo de oficios medievales para la posteridad inscritos en placas de latón. Como niños los recorrimos y los imaginamos. Con la emoción compartida y enturbiada por el fantasma de tu religión. Hubiera preferido pasar la noche solo. Te fuiste al alba. Con la frialdad de la mañana, con mi frialdad seguí hacia Toro. ¿Qué pensabas, no fue idea tuya? Tú mezclaste la virgen de la mosca y el vino del país. Si se consagran las liturgias con la sangre de Cristo, al menos eso nos hacen creer los curas mientras se trasiegan un buen riojilla, yo escuché promesas de nuestra sangre hecha vino toresano y concordia. ¡Ay, este corazón pagano te prometió repetir otra noche con "la luna doble de tu pecho"! Ahora lo sé que invoqué al pecado. Y te dejé marchar para siempre. Apenas eran las seis, ya sé que los dos dormimos poco. Escuchamos los primeros trenes rumbo a Madrid, o rumbo contrario. En uno montaste tú, yo cogí el rumbo contrario. Quisiera olvidar tu cuerpo de vestal romana, quisiera olvidar tus pechos redondos más blancos que la leche, quisiera olvidar tu belleza tan clásica, esa piel que huele a pureza, la misma que me recibe y se resiste, quisiera olvidar esa palidez que en la noche resplandece junto a tus cabellos desmadejados por estas manos parsimoniosamente, hebras de oro de ley, quisiera olvidar esa otra noche...Llegué a Toro a tiempo de tomar un chocolate con churros entre unos jóvenes tan sanos como ebrios. Serían poco más de las siete. Les pregunté, donde está ese famoso tentempié de la mañana dominguera, el mozo agarrado a su pareja me contestó: "No vayas, están todos borrachos. Nosotros venimos de allí". Y se rió, con una alegría tan sana que la inercia de mi rápida conducción mecánicamente me transportó al lugar. Lo único que no me gustó fue su cargada "atmósfera" de tabaco chabacano y ruido competitivo. Me sirvió el patrón y me permitió degustar el desayuno fuera. Hacía frío. Se podría decir del mismo con prosa de cuartel, que yo lo recibí "con caso omiso". Como la colegiata, ahora vista en su amanecer, permanecía cerrada, me senté de espaldas mirando el Duero. Me alegraba volver con luces tan opuestas. Pensaba ¡quién sabe mejor que este caminante ciclista cómo los paisajes cambian con sólo cambiar el sentido de los pasos! No es el mismo paisaje en tren de Barcelona a Mataró que de Mataró a Barcelona. En ésas estaba cuando un par de veinteañeras vino a sentarse junto a mí, ¡juro por mi honor que entre las dos sumaban más de veinte! (No me lo toméis en serio, esto es un reproche a ese capullo del Sánchez Dragó, que en su puta vida conocerá Japón, qué gilipolleces dice, niñas de 13 años, ¡fantasma!). Ni recuerdo con que famoso me confundieron, "mi amiga quiere besarte", pero me besaron las dos. Y nos besamos junto al cimborrio, vive dios que nos besamos, que conocí antes su lengua que su voz . (Esto, sí que es literatura y de la buena). Joder con la juventud leonesa*, salía el sol justo desde ese mirador de poniente y por mi bragueta helada. Decidí pasear de punta a punta esta ciudad: no salen rosas de la nada.
Di vueltas y vueltas hasta que por fin abrieron la colegiata, ¿es que no duermen las vírgenes en la cama? ¡Aaaaaay!!!
Entonces mi cerebro se enhebró, había leído un libro que como reportaje era bueno. "La Virgen de la Mosca (¿Qué hace la Iglesia ante el robo de una importante obra de arte?)" de Enric Balasch. En cuanto a novela no opino, ahora bien, amigo Balasch, necesitas un curso acelerado para mejorarla en el plano policial-judicial. Razón aquí. Esto es publicidad. Dirígete a los cursos de hotel Kafka de este año. Me comprometo a enumerarte todos tus yerros.
Las relaciones entre España y el Vaticano sufrieron un impasse con la República. La Iglesia perdió todos sus privilegios. Con el nuevo Concordato de 1953 se plasmó el apoyo de ese estamento al general Franco durante la guerra iniciada en el 36. Prebendas: vista ciega a lo que hicieran con su patrimonio. Con la "renacida" democracia allí por 1977 la Iglesia conservaba el 72% de sus recursos gracias al Estado. Los acuerdos de 1979 obligaban a esta secta de tanto calado a catalogar sus bienes e impedir cualquier clase de pérdida.
España junto a Italia guardan los mayores tesoros artísticos, con la diferencia de que allí se aprecian y aquí poco menos que se lamenta. Pasemos por alto la Guerra de la Independencia, los improbables lector@s que hayan llegado hasta aquí me lo agradecerán. ¡Ah, por mor de la Ley de la Memoria Histórica no puedo hacer lo mismo con lo pasado durante la Guerra de 1936, llamada "Civil"! "civil, pues, menos mal, oiga". Thomas Harris, agente secreto británico, trasladó ilegalmente de las Baleares a Inglaterra numerosos cuadros y donó al British Museum una valiosa colección de obras de Goya obtenida, según todos los indicios, de manera ilegal.
Tras la Guerra Civil, sigo con el reportaje citado, el comercio ilegal de obras de arte procedentes de España aumentó de manera alarmante. Dice el periodista, "la desinformación de muchos párrocos, les llevó a venderlas para lucro personal, para atender las necesidades de su parroquia, o para emprender mejoras en los templos". Ay, ay, ay, ay, ay, ay, en 1946, vendieron una Santa Casilda en el palacio arzobispal de Granada, el dios Pan escuchando tocar el arpa a Apolo, etc.
Regresemos, la vista ciega. Las prebendas del Concordato de 1953 facilitaron las ventas ante el escaso control que ejercía el Estado sobre el patrimonio Nacional. Ermitas, iglesias, monasterios, colegiatas, conventos, oratorios, cenobios, capillas y catedrales eran presa de coleccionistas y anticuarios de toda Europa, que se les hacía la baba ante todo lo que aquí se despreciaba. Era este escribidor quinceañero cuando supo del robo de la arqueta de Bañares, (entonces provincia de Logroño) una pieza románica esmaltada del siglo XII, entre las más valoradas de Europa.
(Continuará).
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*Un sabio lector, o más probablemente lectora, me ha hecho ver que la juventud toresana es zamorana y no leonesa. Mi respuesta ha sido igual de amable, pero sin cambiar nada. La juventud toresana y zamorana es también leonesa, castellana, española, europea y terrícola, por ese orden. Gracias. Aprovecho también para desear al autor de esa maravilla que es "Piero della Francesca" y de la preciosa balada "Paréntesis", aquí maltratadas como de costumbre, su pronta recuperación. !Ay, Javier, mira que hacer alpinismo a las cinco de la mañana!

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