lunes, 11 de mayo de 2009

"No hay mal que por bien no venga"


Después de un fin de semana pleno de jiras, preludios del cumpleaños de Martina y de las praderas del santo patrón de esta inempeorable ciudad: bueno, eso sí, los juegos olímpicos del 2016 podrían...
Repaso esta noche algunas noticias, algunos blogs y leo que el hijo de Amis agradece a ETA que se cargara al almirante Carrero Blanco (1). Este señor debería leer el librito de Eva Forest "Operación Ogro" y lo mismo tantísimos españoles. A mí me hizo ver hace ya un buen tiempo algunas cosas. Ya no recuerdo si la autora las hacía explícitas, pero yo sí:
Resumo brevemente, pues mi apunte de hoy será breve:
Los pipiolos que estaban en el ajo, por esas fechas, eran tan bisoños como las cabezas de los "gudaris" de hoy. (Entre ellos un jovencísimo José Antonio Urruticoechea, más conocido por su alias policial, Josu Ternera, con el que sigue siendo conocido. Por lo visto, lo que dice la policía va a misa). Les dejaron hacer.
- ¿Qué? Excavar túneles durante meses haciendo tanto ruido como desde tiempo inmemorial sucede con las obras de Madrí (1).
- ¿Quién? Los servicios secretos españoles y los de la CIA.
- ¿Porqué? Pregúntenle a Paco o a los hombres del tío Sam: “No hay mal que por bien no venga”.
(1) Este señor cejijunto de misa diaria tal vez rogaba a Dios porque aplacase el furor uterino de su santa esposa, ya que él se veía impotente al igual que su vecino.
(2) Si encuentran la oportunidad vean “Mi calle”, una de las películas –creo que la última (1960)- que rodó un facha inclasificable: Edgar Neville. El mejor Forges debió inspirarse en ella para ese Madrid caótico de zanjas y señales. Comienza con la inauguración del asfaltado de un barrio, y acto seguido, se ve a unos “operarios” (trabajadores en la jerga del régimen) barrena en mano levantando el lustroso empedrado. Ante las protestas de los vecinos, suben los decibelios de su voz: -Miren, tenemos orden de en cuanto se terminara la fiesta empezáramos de nuevo las obras.

3 comentarios:

  1. Se entiende bien, y de paso te pongo esta noticia que encontré en la web sobre el terrorismo que no investiga la Audiencia Nacional:

    «Yo maté al asesino de Carrero Blanco»
    Habla por primera vez uno de los militares que acabó con la vida de "Argala", el etarra que mató a Carrero Blanco. "Leonidas", oficial retirado de 55 años, relata cómo la operación la prepararon los marinos, para vengar la muerte del almiranteANTONIO RUBIO
    EL RENAULT VOLO POR LOS AIRES. El 21 de diciembre de 1978, el Renault-5 de color naranja que utilizaba Argala para moverse por el sur de Francia voló por los aires. El etarra murió en el acto tras hacer explosión la carga de dinamita que había colocado junto al vehículo un capitán de la Guardia Civil.
    «Nunca entendimos que el Gobierno diera una amnistía a la gente que atentó contra don Luis Carrero. Por eso, tras el atentado contra Argala nos sentimos tranquilos: habíamos cumplido con nuestro deber y habíamos hecho justicia a nuestro almirante».Este hombre que rememora, treinta años después, el asesinato del dirigente etarra es Leonidas, nombre en clave que le dieron los miembros del comando que el 21 de diciembre de 1978 hicieron volar por los aires al dirigente etarra José Miguel Beñaran Ordeñana, Argala.


    Leonidas, que ya ha cumplido 55 años y fue oficial del Ejército español, tenía muy claro que la muerte de Carrero Blanco no podía quedar impune y en 1977, tras la amnistía política concedida por el Gobierno de UCD, se unió a un grupo de siete oficiales del Ejército con el único propósito de vengar el asesinato del almirante.

    La elección de Argala para llevar a cabo el «ojo por ojo y diente por diente» se debió, según Leonidas, a que el dirigente etarra fue el autor material del atentado contra Carrero Blanco: «El fue el que el 20 de diciembre de 1973 -ayer se cumplió el 30 aniversario- accionó la carga explosiva que mató a nuestro Presidente»./ PASA A LA PAGINA 2 VIENE DE LA PAGINA 1 / La idea del atentado contra Argala partió de los compañeros del almirante Luis Carrero Blanco, los marinos.

    Los marinos, según nos relata pormenorizadamente Leonidas, fueron los que dirigieron y prepararon durante más de siete meses la acción mortal contra el que entonces se había convertido en uno de los máximos dirigentes de ETA militar, José Miguel Beñaran Ordeñana, Argala.

    El almirante Carrero Blanco fue vengado, por sus compañeros, cinco años y un día después de que su vehículo Dodge Dart negro volara por los aires en la calle Claudio Coello de Madrid. Los autores del atentado fueron los miembros del comando Txikia de ETA, que estaba integrado por: Iñaki Múgica Ezkerra, Iñaki Pérez Wilson, José Miguel Beñaran Argala, Jesús María Zugarramurdi Kiskur y Javier María Llarreategui Atxulo.

    En realidad, ETA decidió atentar contra el presidente Carrero Blanco en 1972. Argala tuvo una cita en la cafetería del hotel Mindanao de Madrid el 14 de septiembre de aquel año con un hombre de unos 30 años, que vestía con gabardina y que estaba relacionado con el mundo del cine y de la televisión.

    El hombre de la gabardina entregó al dirigente etarra un sobre, blanco, con los itinerarios y costumbres que tenía el almirante Carrero Blanco. Esa información, después, resultó vital para atentar y asesinar al almirante en diciembre de 1973.

    Leonidas, que hoy vive y trabaja en España, no tiene remordimientos por la acción que llevó a cabo en 1978, en compañía de otros militares. Al contrario, el ex oficial del Ejército se muestra satisfecho porque cumplió con su deber.

    PREGUNTA.- Argala era la única persona que conocía al hombre de la gabardina, único testigo sobre su identidad. ¿Por qué atentaron contra él?

    RESPUESTA.- Cuando actuamos contra Argala no teníamos la información que usted me apunta en estos momentos. Eso lo sabría muy poca gente. Fuimos contra él porque, primero, teníamos que vengarnos.Después, porque mandaba el comando de ETA y, además, conectó los cables del dispositivo que asesinó a don Luis Carrero Blanco.

    P.- ¿Por qué esperaron a 1978, cinco años después, para llevar a cabo el «diente por diente?

    R.- Decidimos actuar después de que el Gobierno concediera una amnistía en 1977. No entendíamos cómo se podía amnistiar y perdonar a la gente que había asesinado al presidente del Gobierno.

    P.- Pero, ¿quién es el que realmente se plantea atentar contra Argala de la misma forma en que mataron a Carrero Blanco?

    R.- Esa idea parte directamente de los marinos. Ellos son muy técnicos, muy profesionales y nunca se han metido en política, ni en algaradas, ni en asonadas. Lo de Camilo Menéndez en el 23-F fue una anécdota.

    P.- Es decir, que alguien dentro de la Marina piensa y organiza el grupo.

    R.- Afirmativo.

    P.- Sin embargo, en ese grupo también estaban Jean Pierre Cherid (ex miembro de la OAS), José María Bocccardo (argentino y ex miembro de la triple A) y Mario Ricci (italiano neofascista).¿Qué tenía que ver esa gente con la Marina?

    R.- Todo tiene una explicación. Ellos eran los braseros, los que formaban el segundo escalón del grupo. Estaban bregados en mil batallas y se encargaron del trabajo de campo: localizar, controlar y vigilar a Argala. También buscaron varias casas en la zona de Anglet que nos sirvieran de cobertura y refugio.

    P.- Entonces, ¿quién formaba parte del primer escalón del grupo ejecutor?

    R.- En total éramos ocho. Tres marinos, un militar del Ejército del Aire, un paisano, un oficial de la Guardia Civil y dos caquis (del Ejército de Tierra). Esa era la estructura fundamental del grupo. Recuerdo que de los tres marinos uno era del SECED (servicio de información de Presidencia, que después se transformó en el CESID y más tarde en el CNI), otro en el Servicio de Inteligencia Naval y el último en el Alto Estado Mayor.

    P.- ¿Cuándo localizan a Argala?

    R.- Recuerdo que fue en mayo o junio de 1978. Desde esa fecha, hasta que el etarra voló por los aires, lo estuvimos vigilando con nuestros propios medios. Podíamos haberlo eliminado antes, pero queríamos que fuera el 20 de diciembre, en el aniversario de la muerte de don Luis.

    P.- Sin embargo, el 20 de diciembre de 1978 José Miguel Beñaran, Argala, no salió en todo el día de su casa. El dirigente etarra estaba enfermo, en cama y con fiebre. ¿Qué pensaron cuando iban pasando las horas y Argala no salía de su casa?

    R.- Pensamos lo peor. Que nos habían detectado, que alguien se había ido de la lengua. En aquella época no había ningún tipo de colaboración entre los gobiernos de España y Francia y nuestro grupo era totalmente clandestino. Es decir, que no nos apoyaba nadie. Ni Gobierno, ni ministros, ni nadie.

    P.- ¿Cómo prepararon el golpe contra Argala?

    R.- Nos fuimos desplazando conforme lo requerían las necesidades de la operación. Fundamentalmente por subgrupos. Pero el día de la acción estábamos presente todo el grupo. Todos queríamos disfrutar con el espectáculo y ver cómo volaba por los aires el hombre que asesinó a don Luis Carrero Blanco.

    P.- Cuando, finalmente, el día 21 de diciembre observaron cómo Argala bajaba de su casa, se introducía en su vehículo y el Renault-5 se elevaba por los aires, ¿qué pensaron o sintieron?

    R.- Una gran satisfacción. Todos consideramos que habíamos hecho un servicio a la Patria. Teníamos claro que nadie se iba a ir de rositas después de asesinar al presidente del Gobierno.

    P.- ¿Quién colocó los explosivos debajo del vehículo de Argala?

    R.- Un capitán de la Guardia Civil.

    P.- Pero siempre se había dicho que fue Jean Pierre Cherid.

    R.- Negativo, totalmente negativo. Hubo hasta una especie de pelea dentro del grupo porque todo el mundo quería tener el honor de ser el protagonista de la venganza. Finalmente nos calmamos y el artefacto lo colocó el experto. El capitán de la Guardia Civil, que había hecho un curso de explosivos.

    P.- ¿Cómo, dónde y quién consiguió los explosivos?

    R.- Pedro el Marino. Los explosivos salieron de una base norteamericana.No recuerdo con exactitud si fue de Torrejón o de Rota, pero sí sé que los americanos no sabían para qué se iba a utilizar.Fue un favor personal que le hicieron a Pedro el Marino.

    P.- Tras la explosión y muerte de Argala, ¿cómo se produce la retirada y vuelta a España?

    R.- Cada miembro del grupo se retiró del escenario y regresó a España de forma diferente. De esta forma pretendíamos que si alguien nos seguía le costara mucho más llegar hasta nuestra base. La mayoría emprendió viaje hacia París, otros optaron por Nantes y Burdeos y algunos se quedaron en Francia esperando que todo se tranquilizara para volver a España.

    P.- ¿Quién financió toda la operación?

    R.- Todos nos rascamos el bolsillo, pero la parte más importante salió de un crédito personal que se solicitó al Banco Central.Hay que aclarar que los del banco no tenían ni idea para qué iba a ser destinado el dinero, se pidió a nivel personal.

    P.- ¿Con ese dinero también compraron las armas que llevaban durante el tiempo que estuvieron en Francia?

    R.- No, ésas, que las compramos en Bélgica, salieron de nuestro bolsillo.

    P.- ¿Qué tipo de armas utilizaron?

    R.- Eran unas Browning, de lo mejorcito que había en el mercado en aquella época. Cada una de ella nos costó unas 30.000 pesetas y la compramos en el mismo sitio donde adquirían su material los etarras.

    P.- Una vez que regresan a España y que están todos juntos, ¿qué hacen?

    R.- Nos reunimos en un restaurante de Madrid para celebrar que todo había salido bien y que don Luis ya estaba vengando. Recuerdo que comimos cordero y que después terminamos la fiesta jugando una partida de mus.

    P.- El atentado contra Argala fue reivindicado por el Batallón Vasco Español (BVE). ¿Ustedes formaban parte del BVE?

    R.- BVE, ATE, Triple A. Eso sólo son siglas, nombres que van saliendo y que se van utilizando conforme se necesita. La realidad es que nos encontrábamos en medio de una guerra, una guerra sucia, una guerra terrorista y que él, Argala, era nuestro enemigo.Además, había asesinado a nuestro Presidente y nosotros teníamos la obligación legal, moral y natural de pagarle con la misma moneda.

    P.- Dígame la verdad, detrás de ustedes tenía que haber algún estamento, algún ministerio, alguien.

    R.- No, no había nadie. Yo no tengo conciencia de que hubiera alguna organización gubernativa que moviera los hilos para que nos cargáramos a Argala. Es más, tampoco tengo conciencia de que hubiera un mirar hacia otro lado para facilitar la acción.

    P.- Cuando ustedes comienzan a preparar el atentado, en mayo de 1977, el jefe de operaciones especiales del SECED era el comandante Andrés Casinello. ¿Tampoco él sabía nada de sus intenciones?

    R.- El gran rubio, como conocíamos todos a Andrés Casinello, ya se había convertido en un hombre de Estado y nos decía que no quería que ninguno de sus hombres, de manera oficial, participara en ninguna acción. Tras el atentado tuvo una fuerte enganchada con uno de los que estaban conmigo en el grupo y le dijo que se había cerrado una etapa y que había que olvidar todo.

    P.- Hoy, en diciembre de 2003, veinticinco años después del asesinato de José Miguel Beñaran, Argala, ¿volvería a actuar de la misma forma?

    R.- En aquella época, en 1978, aún no habíamos cumplido los treinta años y no entendíamos que para cambiar un país se tuviera que asesinar a un presidente del Gobierno y que después no se hiciera nada contra los asesinos. Tampoco entendíamos la amnistía que se dio en 1977. Ese hecho sentó muy mal en la milicia. Pero, hoy, sí puedo decir que es posible que con cuarenta años no lo hubiéramos hecho o nos lo hubiéramos planteado de otra forma.También quiero decir que no me arrepiento de lo que hice.

    Leonidas, que hace tiempo dejó la milicia, sigue en contacto con la realidad de España y se muestra muy preocupado por los últimos acontecimientos políticos: el plan Ibarretxe y las reivindicaciones catalanas. También considera y aclara que el BVE y los GAL fueron dos cosas totalmente distintas: «A nosotros no nos apoyaba nadie y actuamos por patriotismo. En los GAL el Gobierno estaba detrás de las acciones y, además, todos se movían por dinero».



    EL JEFE Y «LOS BRASEROS» DEL COMANDO

    El capitán de navío Pedro Martínez, más conocido por Pedro el Marino, fue la persona que coordinó, organizó y consiguió los explosivos que utilizó el comando que atentó contra el etarra Argala.

    Tras el asesinato del almirante Carrero Blanco (1973) y la muerte de dictador Francisco Franco (1975), Pedro el Marino se convirtió en el aglutinador de todos los grupúsculos que querían pagar a ETA con su misma moneda: ojo por ojo, muerte por muerte. Se puede decir que con él comienza la guerra sucia contra la organización terrorista vasca.

    Pedro el Marino pertenecía a los servicios de inteligencia naval y alrededor de él consiguió formar un grupo de mercenarios y ultraderechistas extranjeros como Jean Pierre Cherid (francés y ex miembro de las temibles OAS), José María Boccardo Alemán (argentino y ex miembro de la triple A) y Mario Ricci (italiano, neofascista y miembro de Avanguardia Nazionale).

    Cherid, Boccardo y Ricci fueron los braseros, hombres de segundo nivel, a los que se refiere Leonidas en su entrevista y los que se ocuparon de localizar la residencia que José Miguel Beñaran, Argala, tenía en la ciudad francesa de Anglet.

    Jean Pierre Cherid, con el tiempo, se convirtió en uno de los mercenarios más activos de la guerra sucia contra la banda terrorista ETA. El ex miembro de la OAS murió en 1984, cuando manejaba unos explosivos que iba a colocar a un dirigente etarra.

    Entre los restos de su vehículo y su cuerpo la gendarmería francesa encontró un listín de teléfonos donde aparecía el número del Gabinete de Operaciones Especiales del Ministerio del Interior, el de Pedro El Marino y el de un sargento de la Guardia Civil.Los policías galos también encontraron entre los restos del atentado un carné de la Dirección General de la Guardia Civil, con la foto de Jean Pierre Cherid, expedido el 14 de febrero de 1981 y a nombre de Iván González Rodríguez. Tras su muerte, su mujer reclamó al Ministerio de Interior la pensión de viudedad.

    Jean Pierre Cherid y su grupo localizaron la residencia de Argala en mayo de 1978 y desde ese tiempo hasta su ejecución se dedicaron, fundamentalmente, a controlar y vigilar al dirigente etarra.

    El jefe del grupo, Pedro el Marino, ya tiene más de ochenta años, reside fuera de las fronteras españolas y en la actualidad está muy delicado de salud. / A. R.




    EL COMIENZO DE LA TRANSICIONVICTORIA PREGO
    El impacto político que causó en España el asesinato de Carrero Blanco fue extraordinario. Primero, porque el régimen franquista se descubrió, de pronto, vulnerable. Segundo, porque, vueltas todas las miradas en esos momentos hacia Franco, el país entero se dio cuenta de modo irremediable de que era un anciano en plena decrepitud cuya muerte no podía estar muy lejana. De esa manera, todos, a un lado y a otro del telón de acero que separaba al régimen de la oposición democrática, fueron conscientes de que, a partir de ese instante, el futuro se había plantado ya ante la puerta y que era imprescindible y urgente prepararse para participar en él.


    Es un hecho que la muerte de Carrero despejó no uno sino varios horizontes políticos, incluso dentro del franquimo ortodoxo.Siempre existió la constancia de que el almirante, hombre de la máxima confianza de Franco, pertenecía al sector más reaccionario e inmovilista del régimen. Pero, y esto es decisivo, no formaba parte de ninguna de las «familias políticas» que se diponían a mantener el poder y repartirse la influencia a la muerte de Franco. Es más, él entonces presidente del Gobierno era el responsable último de que la decisión del viejo general a propósito de su sucesión hubiera recaído en la persona del príncipe Juan Carlos de Borbón y no en la de su primo Alfonso, mucho más próximo a los jerarcas del Movimiento Nacional, el partido único de la época. No es exagerado, por lo tanto, decir que la famosa «reinstauración monárquica» que Franco llevó a cabo a su conveniencia fue obra de Carrero. Y aquí es donde entran a jugar las mil especualciones que se han hecho en torno a una posible implicación, aunque fuera indirecta, aunque sólo fuera por un delito de omisión, de ciertos sectores del régimen en ese asesinato espectacular. Algunos datos abonan las conjeturas. ¿Cómo es posible que, muerto el almirante, el sector ultra del régimen presionara hasta el último instante hasta conseguir colocar en la presidencia del Gobierno, precisamente al responsable político de un fracaso tan monumental? ¿Por qué Arias Navarro, a quien acaban de volar al presidente, no sólo no fue castigado sino que resultó premiado con el cargo de su antecesor, con gran contento de doña Carmen Polo, que se dejó fotografiar, sonrisa en ristre, junto a Arias, cuando aún estaba vigente el luto oficial? Por último, y no menos llamativo: ¿no resulta una extraña casualidad más, el hecho de que, de todos los etarras que participaron en la preparación de este asesinato, fuera precisamente Argala el elegido como víctima de los vengadores del almirante?

    Sea como sea, y con demasiados cabos sueltos todavía, el asesinato de Carrero Blanco dejó despejada una de los infinitas incógnitas que se cernían sobre el futuro de España: el franquismo, sin Franco y sin el almirante, quedaba dabilitado, casi inerme, ante la fuerza del futuro que encarnaban las nuevas generaciones, a uno y otro lado de los muros del régimen. La transición política de España de la dictadura a la democracia empezó ese día 20 de diciembre de 1973 en la calle Claudio Coello de Madrid.

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  2. MENUDO BRASAS QUE ESTAS HECHO!!!!

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